Nace de cuatro tradiciones sagradas: Kriya yoga hindú, Alquimia tradicional Tao, Sanación pránica (cromática) geometría sagrada (poliedros regulares) y finalmente de la astroalquimia contemporánea creada por el autor. En la tradición alquímica hindú expresado por Patanyali, el camino evolutivo tiene ocho pasos:
1. Yama,
2. Niyama,
3. Asana
4. Pranayama.
5. Pratyhara
6. Dharana
7. Dhyana
8. Samadhi
Los cuatro a continuacion serían la antesala de la iluminación y están más relacionados con la mente, con su poder creativo y con la experiencia del testigo, el Atman, o el ser en sí y de aquí surgen dos clases de meditación y dos clases de iluminación, los pasos del Rajayoga o maestría de la mente Pratyhara (limpieza de la mente y control de las percepciones y apercepciones (samkaras o reminiscencias psicológicas)).
El Dharana que es concentración es la verdadera antesala de la meditación o Dhyana que la mayoría de los practicantes de meditación no la tienen en cuenta. En la meditación que es meditando en la forma (Sarguna) y en la no-forma (Nirguna). El Samadhi es la iluminación, la fusión con la divinidad o con el testigo silencioso.
Estos últimos cuatro pasos comienzan cuando hemos trasegado los cuatro primeros. Este es el orden de la alquimia hindú.
La tradición occidental ya perdió la idea de la alquimia que era la base del crecimiento personal y de una forma simplona y superficial la ha definido como el origen de la química a la que nuestra visión materialista le ha concedido toda la importancia olvidando la esencia misma de la al-chimia que en su raíz etimológica árabe significa la chimia (jugos o humores de Alá) osea la posibilidad de producir elíxires: melatonina, endorfinas que nos conduzcan al extásis divino.
También en Occidente la cultura europea con una torpeza sin precedentes la magia fue acusada de brujería y perseguida por la Santa Inquisición durante varios siglos y así la posibilidad de una cultura alquímica fue enterrada y hoy tenemos un ser humano materialista, hedonista, que no tiene herramientas claras para presentir su designio sin clarividencia y que ha perdido su seguridad delegando todo el poder personal a la máquina, este ser humano no sabe leer las señales del cielo ni cómo convertirse en maestro y que cuando envejece se vuelve un estorbo que hay que recluir en un asilo y que sus descendientes miran con compasión sintiendo que no tienen nada que aprender de él por no ser maestro que vivió en una tecnología más anticuada que ellos ya superaron. Este es nuestro triste cuadro actual del materialismo científico y contemporáneo.
El planteamiento sería este: ¿la evolución de la sociedad será el desarrollo de la tecnología y la construcción de máquinas más sofisticadas? o ¿ realmente el ser humano tiene un propósito de desarrollo y crecimiento más allá del científico y económico? ¿existe en el ser humano un camino evolutivo personal es decir una autorealización? ¿existe una vida divina o una conciencia cósmica? y si es así ¿cómo puedo lograrlo?
Si observamos nuestro mundo actual lleno de técnica, de información y de máquinas no percibimos un ser humano más feliz ni más pleno ni mucho menos llevando una vida acorde con la madre naturaleza donde no vislumbra un camino de retorno al Tao, al cielo, al edén prístino divino que aún presentimos que fue nuestro origen.
Vemos en cambio un hombre estresado, manipulado economicamente en medio de una vida artificial, en una gran urbe contaminada y con alimentos llenos de agrotóxicos.
Una juventud que no sólo a perdido el concepto de "valor" sino que llegó al antivalor a la pandilla perdida en rituales de sangre y destrucción. ¡Cuando y dónde perdimos los valores de la compasión, el amor, la solidaridad y el ideal de la inmortalidad? ¿Desde cuando nuestra cultura se volvió mera información y dejamos de crecer como magos y alquimistas?
Paracelso es el último alquimista serio que recuerda Occidente. Nostradamus el último profeta y Merlín el último gran mago como el mismo lo afirmó.
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